Los seres humanos vivimos en sociedad. La vida en común facilita nuestra supervivencia y hace posible el aprendizaje. Entre otras cosas, la vida en sociedad nos permite adquirir un lenguaje y asimilar el conjunto de conocimientos, creencias y formas de vida que integran la cultura.
Sin embargo, a lo largo del tiempo han existido formas muy diferentes de organizar la vida en común de los seres humanos. Algunas de ellas son la organización tribal, el esclavismo el feudalismo o nuestro actual sistema de Estados nacionales. Estas distintas formas de organización social se distinguen por el modo en que reparten las funciones sociales y por la manera en que establecen lo que debe hacer cada persona.
En todas las sociedades humanas existe algún tipo de organización colectiva para distribuir las tareas y mantener el funcionamiento del grupo. En las sociedades complejas formadas por un gran número de individuos, estas tareas de coordinación se realizan mediante el ejercicio del poder político.
El poder político es la capacidad de obligar a los demás a actuar de una determinada manera.
El control del poder político permite que un individuo, un grupo o una institución orden al resto de la población lo que debe hacer.
Sin embargo, estas órdenes no siempre son respetadas. Para que el poder político sea realimente eficaz hace falta que los que deben obedecer acepten la validez de esas órdenes y estén dispuestos a acatarlas.
El poder político es legítimo cuando los que deben obedecer reconocen que se ejerce de forma válida.
Para aclarar lo que esto significa, conviene distinguir los conceptos de poder y de autoridad. Decimos que una persona tiene autoridad cuando quienes deben obedecer sus órdenes la respetan y valoran. A diferencia de lo que sucede con el poder, la autoridad no se puede imponer, sino que solo puede surgir de la aceptación y el reconocimiento de los demás.
Además, debemos tener claros otros conceptos como la legalidad frente a la legitimidad, que son fundamentales para entender el origen y el funcionamiento de la política y el ejercicio del poder.
La legalidad consiste en la adecuación de una decisión o de una acción políticas al marco legal existente en una determinada sociedad.
Si una decisión política, por ejemplo, se ajusta a la ley o, al menos, no la contradice, se considera legal.
La legitimidad, sin embargo, no tiene que ver exactamente con la correspondencia de una decisión o una acción políticas con la ordenación legal vigente en una determinada sociedad, sino con el reconocimiento social y con el fundamento moral de dicha acción o de dicha decisión. La legitimidad se puede entender como un atributo variable o un proceso sometido a las dinámicas sociales y políticas.
Por tanto, la legitimidad remite a la fuente de validez de las propias leyes que conforman el sistema legal. Por esta razón, las leyes dictadas en una tiranía en contra de la voluntad del pueblo son ilegítimas: la clave de la legitimidad de las leyes es el reconocimiento de la autoridad política por parte de los individuos.
El proceso de legitimación del poder político, por el que este es aceptado y reconocido como autoridad, puede ser, según Max Weber, de tres tipos:
*Dominación carismática. Este tipo de legitimación se fundamenta en el carácter peculiar del individuo que alcanza y que ostenta el poder. El carisma de cualquier líder es un atributo extraordinario mediante el que seduce a la gente, que se convierte en su seguidora. Puede radicar en el carácter del sujeto o también en el cargo que ocupa.
Como ejemplos de dirigentes carismáticos cabe señalar a guías religiosos, como el papa, o a líderes revolucionarios.
*Dominación tradicional. Esta forma de legitimación consiste en el reconocimiento de la autoridad basado en la historia, en la tradición y en las instituciones sociales que la sustentan. La fuente de este reconocimiento es el mantenimiento de la estructura y del orden sociales. La jerarquía no depende de los individuos que ocupan los cargos.
Un ejemplo de esta segunda forma de legitimación es la monarquía hereditaria.
*Dominación legal-racional. En este caso, el reconocimiento público del poder se logra mediante un sistema legal basado en procedimientos de elección y de decisión colectiva diseñados racionalmente. Por medio de estos procedimientos se elige a gobernantes y a representantes de la ciudadanía. La clave de esta forma de legitimación es la objetividad y la racionalidad del sistema legal en el que se apoya.
El ejemplo lo constituyen las democracias representativas.
(D. Sánchez Meca y J.D. Mateu Alonso. 1Bachillerato. Filosofía. Operación mundo. Editorial Anaya. Madrid. 2022 C. Prestel Alfonso. Filosofía. Bachillerato. Editorial Vicens Vives. Barcelona 2022)